Roberto Duarte

 Roberto Duarte
Crítica Publicada en El Sitio partesdelacultura.com.ar

En este momento Buenos Aires tiene el privilegio de contar con dos muestras en simultáneo del maestro Roberto Duarte. Una de ellas es en “Homenaje al Tango” y la otra, “Mujeres, Homenaje a Roberto Duarte”, en ésta última se presentan 5 obras del maestro junto a obras de otros artistas.

En el año 1955 comienza sus estudios en la Academia Nacional de Bellas Artes. Luego hace el viaje obligado a Europa junto al grupo Le Parq para estudiar visión cinética. Allí lo atrapa la obra de Goya y de Velásquez, y es también donde recibe una gran influencia del cubismo. Lo refleja en obras como “El Combate de San Lorenzo” (Galería Raíces Americanas), o el crucificado “Cabezas” con el cuerpo facetado pero no por eso menos sufriente. Duarte no sólo está comprometido con el arte sino con la sociedad y sus miserias.

En los ’60 la embajada de Francia lo beca para estudiar en París con el maestro Vasarely, padre el Op Art, pionero del arte cinético. Este viaje también le da la oportunidad de recorrer varios países, ver las obras de los grandes maestro y es cuando queda impactado por el gran maestro holandés Vermeer, de quién absorberá la atmósfera que le da a sus espacios interiores; esa pintura intimista que lo alejará de los juegos visuales de la vanguardia óptica y cinética.

Su obra es de un colorido intenso rozando el fauvismo; en los desnudos la luz la da la transparencia del color con la tela, y las sombras se perfilan por la saturación del pigmento; es un estudioso de la luz que se apasiona frente al color.

De un insinuado cubismo en la obra que dedica a Piazzola, pasa a un realismo mágico en su serie de desnudo; ambientes con balcones hacia un exterior irreal y misterioso que sobrecarga la atmósfera interior.

Su paleta se detiene cuando llega a la serie de los “Y los Tiraron de los Aviones”, donde las caras negras y siniestras de los victimarios contrastan con la blancura de sus víctimas, como quien contiene el aliento, su paleta se transforma en casi monocroma con toques de rojo… el color que representa la sangre de un país devastado por el horror del cual se hizo eco.

Visité su estudio justo el día en que cumpliría años, el 11 de marzo su hijo Pablo me recibió en un ambiente cálido donde se reflejaba el orgullo por la extensa obra de su padre; una casa antigua con techos de casi cuatro metros con las paredes cubiertas en su totalidad por las obras del artista. Su extensa producción está perfectamente catalogada y organizada por Pablo y lo más conmovedor fue encontrarme con su última obra inconclusa en el caballete al lado de su mesa de trabajo, con todos sus elementos, como si el tiempo se hubiese detenido en ese mágico instante de la creación, como si el realismo mágico de su obra hubiese tomado por sorpresa a la casa. Una vez superada la escalera el tiempo se detiene y empiezan a jugar las sensaciones.

Increíble… me encuentro con un cajón repleto de marquillas de cigarrillos que fueron usadas como soporte para ser pintadas, o un gato dibujado en una bandeja de masitas. Esos gatos entre mirones y misteriosos que aparecen en tantas de sus obras, sobre todo al lado de mujeres desnudas doblando la apuesta al misterio ya concebido por el felino.

De la incursión al movimiento cinético es poco lo que se ve, indudablemente lo figurativo ganó la partida y si pare él “el arte consiste en trabajar, en ver cosas, en emocionarse todos los días”, para mí fue muy emotivo estar entre sus cosas, caminar entre sus obras, como un fantasma que viene a husmear en el momento en que el artista está trabajando.


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